Prólogo del contador:
Esto es, no le quepa duda, resumen y producto del desamor.
Usted siempre podrá pensar que se podría haber escrito algo mejor o expresado de otra manera, será cierto, pero no era esa la intención.
El contador opina que, puestos a abrir el corazón, también es menester exponer los infartos, las suturas, los by-pass y todos los demás remiendos que le han permitido vivir un poco más con alegría, mucho más de lo que usted imagine.
Y es por tanto necesario ver la importancia del matíz entre “amor mío” y “vida mía”, en cada momento relatado.
Cabe que se sepa que como todos los contadores de cosas éste, sin ser excepción, puede haber confundido unas cosas con otras y además ser muy benevolente con él mismo.
A menudo es más fácil conciliar las angustias y los sueños diciéndose a uno mismo que se ha sido impotente y no pensar en las cobardías que le han atenazado, opinión ésta mía última que me parece más que plausible.
Porque la vida todo nos enseña, a veces a destiempo, a veces anticipadamente, y eso no excusa nada pero si define que, verdaderamente, pocas veces sepamos cómo actuar ni cómo demostrar lo que se siente.
Luego, cuando no tiene remedio, sí que nos damos cuenta del valor verdadero de todo cuanto acontecemos, y así volveremos a errar en el siguiente paso.
Porque como todo, lo aprehendido hoy, ya no sirve mañana.
En eso, más que en ninguna otra cosa, consiste nuestra humanidad.
Tenga paciencia con este vate.
Hace lo que sabe pero no sabe lo que hace.