20080809

A veces se piensa el mar
como océano de borbotones salinos
que ondea cicatrices sobre las arenas,
pero aún no digo nada de tus ojos...

A veces se desea la noche
como escaparate de lejanas estrellas
que andan esquivando una caótica luna,
pero aún no digo nada de tu pelo...

A veces se teme la tormenta
como estado convulso de los cuerpos
que trae placer y lluvia de sarmientos,
pero aún no digo nada de tu voz...

Y ahora, que aún no digo nada,
casi muerto, el poeta, el dicente...
yo te recuerdo en bahías de silencio
donde espera, extraño, el universo

Porque aún no digo nada de tus ojos...
Porque aún no digo nada de tu pelo...
Porque aún no digo nada de tu voz...

Pero un dia cualquiera,
hoy mismo,
ante la nube baja
de escombros ciudadanos,
o insecto perviviente
por entre las yerbas
puede ser posible
inconvenientemente
que Atila, terror del mundo,
mueva una mano enferma,
despacio, transido, amargo...
y amante,
ponga letra por letra:

Yo, que temo el mar...
Yo, que pienso la noche...
Yo, que deseo la tormenta...

Que aún no he dicho
casi nada de tu voz...
de tus ojos, ni tu pelo...

Y sin decir casi nada,
reclamo tu cuerpo, tu pelo,
tu voz, tus ojos, y quiero
que vuelva la primavera...